LOS ALCÁZERES DE NUESTRA RESISTENCIA
EL EMPECINADO hizo un llamado originario a la resistencia cultural y así nació este espacio de lucha. Nuestro modo de vida es lo último que nos queda defender, frente a los ejércitos abrumadores de la desinformación, el ya brutal uso de los medios masivos de comunicación y la masificación de la que echan mano los traficantes de la pobreza en la Argentina. La agresividad con que se utilizan los diversos canales de eliminación del pensamiento, es de una potencia que se presenta como arrolladora.
Pero debemos ser concientes –como se dijo en anteriores oportunidades- que el valor propio, el de la dignidad, el del carácter, el de la humanidad de nuestro espíritu trascendente, es lo que nos da una fuerza superior. Esa conciencia es la que debe movilizarnos, pienso yo, hacia modos de organización distintos, que sean capaces de enfrentar eficazmente a un sistema cada vez más afianzado, que defiende el statu quo de lo que es injusto y propicia la desintegración paulatina y sutil de lo que debería conservarse como propio de lo argentino y como propio de un pueblo capaz de reaccionar desde la fuerza del corazón.
El pueblo sabe cuales son sus refugios. El pueblo sabe donde reside la fuerza de una resistencia organizada. Sabemos y percibimos donde están los muros de nuestra propia dignidad; aquellos que impedirían que el ejército de ocupación avance sobre nuestros corazones libres. Sólo tenemos que fortificar esos alcázares a través de una organización acorde. Firme, tenaz y sólida en la defensa, pero también enérgica, efectiva y vigorosa en los avances. Una organización que permita identificar a quienes atacan o, al menos, individualizar los hechos que suponen un ataque, para estar en condiciones de neutralizarlos.
Este espacio de lucha, amigos del alma, está en condiciones de recibir, a través de las herramientas de comunicación que sabemos utilizar, toda la información que revele un ataque a nuestra cultura; definiendo ésta –repito- como nuestro modo de ser argentinos. Debemos combatir contra todo aquello que procure debilitar nuestros alcázares de resistencia: la religión, la integración y la unidad nacional, los modos de expresión cultural, nuestro campo argentino y sus diversos esquemas de producción y de trabajo genuino, la educación integral de nuestros hijos, los ámbitos de convivencia y espacios públicos y todo lo que a nuestro entender consolida a la familia argentina como núcleo y eje de la comunidad, marco en el cual se realiza la persona humana y la Nación toda.
Una vez recibida esa información, concentraremos la fuerza que sea necesaria, para demostrar que las minorías pseudo progresistas y las “avanzadas” intelectuales que abrevan de modelos extranjeros, no podrán destruir nuestros corazones, nuestra dignidad y nuestra cultura.
Entendamos que lo más importante que debemos defender es nuestra trascendencia como personas, la forma en que miramos a la cara a nuestros hijos y que el modo en que pretendemos darles lo que recibimos de nuestros padres. Cuando tomemos nuestras decisiones, públicas y privadas, políticas o económicas, recordemos a nuestros padres y ubiquémonos, al menos desde el recuerdo, en aquellos hogares dignos que nos vieron nacer y criarnos. Así nos daremos cuenta de que no podemos entregar nuestros corazones a la indignidad que pretenden estos mercaderes del sistema imperante y, por el contrario, debemos encontrarnos entre nosotros, organizándonos popularmente con el vecino, para reflotar los valores de una Argentina que debe caminar hacia un futuro de integración y justicia social.
Los saludo animoso, deseando un muy feliz 2007, para que sea éste el año de la dignidad.
EL EMPECINADO
EL EMPECINADO hizo un llamado originario a la resistencia cultural y así nació este espacio de lucha. Nuestro modo de vida es lo último que nos queda defender, frente a los ejércitos abrumadores de la desinformación, el ya brutal uso de los medios masivos de comunicación y la masificación de la que echan mano los traficantes de la pobreza en la Argentina. La agresividad con que se utilizan los diversos canales de eliminación del pensamiento, es de una potencia que se presenta como arrolladora.
Pero debemos ser concientes –como se dijo en anteriores oportunidades- que el valor propio, el de la dignidad, el del carácter, el de la humanidad de nuestro espíritu trascendente, es lo que nos da una fuerza superior. Esa conciencia es la que debe movilizarnos, pienso yo, hacia modos de organización distintos, que sean capaces de enfrentar eficazmente a un sistema cada vez más afianzado, que defiende el statu quo de lo que es injusto y propicia la desintegración paulatina y sutil de lo que debería conservarse como propio de lo argentino y como propio de un pueblo capaz de reaccionar desde la fuerza del corazón.
El pueblo sabe cuales son sus refugios. El pueblo sabe donde reside la fuerza de una resistencia organizada. Sabemos y percibimos donde están los muros de nuestra propia dignidad; aquellos que impedirían que el ejército de ocupación avance sobre nuestros corazones libres. Sólo tenemos que fortificar esos alcázares a través de una organización acorde. Firme, tenaz y sólida en la defensa, pero también enérgica, efectiva y vigorosa en los avances. Una organización que permita identificar a quienes atacan o, al menos, individualizar los hechos que suponen un ataque, para estar en condiciones de neutralizarlos.
Este espacio de lucha, amigos del alma, está en condiciones de recibir, a través de las herramientas de comunicación que sabemos utilizar, toda la información que revele un ataque a nuestra cultura; definiendo ésta –repito- como nuestro modo de ser argentinos. Debemos combatir contra todo aquello que procure debilitar nuestros alcázares de resistencia: la religión, la integración y la unidad nacional, los modos de expresión cultural, nuestro campo argentino y sus diversos esquemas de producción y de trabajo genuino, la educación integral de nuestros hijos, los ámbitos de convivencia y espacios públicos y todo lo que a nuestro entender consolida a la familia argentina como núcleo y eje de la comunidad, marco en el cual se realiza la persona humana y la Nación toda.
Una vez recibida esa información, concentraremos la fuerza que sea necesaria, para demostrar que las minorías pseudo progresistas y las “avanzadas” intelectuales que abrevan de modelos extranjeros, no podrán destruir nuestros corazones, nuestra dignidad y nuestra cultura.
Entendamos que lo más importante que debemos defender es nuestra trascendencia como personas, la forma en que miramos a la cara a nuestros hijos y que el modo en que pretendemos darles lo que recibimos de nuestros padres. Cuando tomemos nuestras decisiones, públicas y privadas, políticas o económicas, recordemos a nuestros padres y ubiquémonos, al menos desde el recuerdo, en aquellos hogares dignos que nos vieron nacer y criarnos. Así nos daremos cuenta de que no podemos entregar nuestros corazones a la indignidad que pretenden estos mercaderes del sistema imperante y, por el contrario, debemos encontrarnos entre nosotros, organizándonos popularmente con el vecino, para reflotar los valores de una Argentina que debe caminar hacia un futuro de integración y justicia social.
Los saludo animoso, deseando un muy feliz 2007, para que sea éste el año de la dignidad.
EL EMPECINADO
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