¿DEBATE IDEOLÓGICO O RESULTADOS?
Sin agregar demasiado, les mando la opinión del amigo ESPOZ Y MINA, que ya está medio bufando de bronca, desde su resistente espíritu chaqueño, selvático y nómade:
“Amigo Empecinado:
El gran drama de la política argentina es, como usted sabe, la postergación permanente de la solución de los problemas reales. Cuando éstos se hacen presentes, porque fue absolutamente imposible esconderlos debajo de la alfombra -que es el primer gran intento, dotado de no pocas artimañas-, se produce un fenómeno de enorme interés para el análisis político pero de devastadores efectos prácticos en el pueblo: el debate político se embebe de una falta de realismo que confunde al más pintado de los aristotélicos.
Cuando el problema es realmente serio o su solución importa pagar algún costo, la dirigencia política sumerge a la sociedad en la esquizofrenia y la empapa de romanticismo ideológico, sometiéndola a debates de tanta mayor complejidad cuanto más corto es el camino para solucionar el problema. Por lo general, como subproducto adicional a ese debate que se hunde en las raíces mismas de las concepciones filosóficas, viene además la descalificación de quienes quieren solucionar el problema, adosándoles un papel mefistofélico en la escena que se monta en torno a la discusión de ideologías.
La metodología es siempre la misma. Se trata de un veneno cuyo único antídoto es la realidad. Es imperioso no caer en el juego del debate abstracto cuando se trata de solucionar problemas concretos o de advertir las razones prácticas por las cuales los mismos se generaron.
La única salida a la trampa es tomar conciencia de que nada sale bien cuando se hace todo mal: cuando los efectos son negativos es porque se originaron en una causa equivocada. Frente al galimatías ideológico de la discusión eterna y circular, es preciso enfrentar a los responsables con las consecuencias de sus actos. Y los responsables son actuales, viven, gobiernan, toman medidas y se presentan en elecciones.
Como ejemplo vale mencionar, por supuesto, el tema de la política agropecuaria. Usted sabe que yo tengo con eso una manía, desde que tuve que abandonar mi viejo metejón, allá en las calurosas tierras chaqueñas. Pero es que este tema es uno de los más notables en la aplicación de esta treta a la que me refiero.
Hace tres años que este gobierno toma medidas claramente desalentadoras para la producción ganadera, en función de una justificación -también ideologizada y llena de prejuicios- según la cual los precios internos aumentarían por la tracción de los precios internacionales sobre los bienes salarios. Esto, que fue presentado como una maldad de los productores ganaderos (¡yo pensaba en mi amigos del Chaco, yugando de sol a sol!), produjo una reacción gubernamental que se tradujo en identificar a los productores ganaderos como los malos de la película que ellos quieren mostrar, al revés de lo que pasa con los grandes industriales, las empresas constructoras, los contratistas del Estado y otras maravillas del tipo, que también se benefician con el tipo de cambio alto, pero tienen dos virtudes, o tal vez tres: son poquitos, concentrados y blandos de boca; se llaman rigurosamente al silencio, como toda buena profesional y, por último, comparten caja, como marca el buen código de convivencia política.
El enfrentamiento con este nuevo enemigo indócil, generó represalias. ¡Un gobierno, tomando represalias contra sus gobernados! Fue así que se limitó la faena para la hacienda liviana, se crearon los Registros de Exportaciones (ROE), se cerraron las mismas, se intervino el Mercado de Liniers, se pusieron precios sugeridos, se manejaron arbitrariamente los ROE y otras tantas medidas que iban y venían al calor de los enojos, tires y aflojes. Entre otras, la expulsión de la diputada María del Carmen Alarcón -hace ya casi un año- de la Comisión de Agricultura que presidía, porque osó plantear que esas medidas iban a tener resultados negativos para los productores y para los objetivos que el mismo gobierno decía que buscaba.
En ese marco, se generó un debate ideológico de vieja data (¡cada vez más vieja!), que el gobierno iba dosificando a través del desempolve de viejas fórmulas y eslóganes, no para dar una respuesta, sino para complicar la pregunta.
Pero, ¿cuáles fueron los resultados efectivos de las medidas que tomó el gobierno, capitalizando la parte buena del discurso?. Creo que es razonable, a esta altura, pensar que los efectos son atribuibles a las medidas de este gobierno, salvo que todavía sigan sosteniendo que es una consecuencia sobre girada de los gobiernos de hace 60, 40 ó 20 años. No sé. Lo cierto es que:
a) Aumenta el cultivo de soja y los grandes pooles de siembra, en perjuicio de tierras ganaderas explotadas por pequeños y medianos productores, que trabajan ellos y sus familias, en medio de las dificultades climáticas y económicas. ¿Por qué? ¿Porque son malos al convertirse en sojeros, vender sus campos o arrendarlos a precios convenientes o porque no les dimos respiro para seguir siendo ganaderos y mantener sus familias dignamente?
b) Disminuye, obviamente, el stock ganadero, a pesar de que ahora salen a decir que “hay que” generar “políticas activas” para aumentar el stock. ¡Cómo si no fueran gobierno hace 4 años, amigo Empecinado! ¿Pero por qué baja el stock? ¿Porque son malos los ganaderos que matan sus vacas para paliar el ahogo? ¿Porque se pasan a otros cultivos que les permiten ganar más rentabilidad?. ¿Está mal que los productores de Entre Ríos, Chaco, Santiago del Estero, Corrientes, Catamarca, Formosa, Norte de Córdoba, Norte de Santa Fe, Sur de Buenos Aires o La Rioja, para poner algunas zonas ganaderas, quieran mayor rentabilidad, para vivir mejor, mandar a sus chicos al colegio, mejorar sus condiciones de vivienda o, sencillamente, tener esparcimiento digno? ¿O eso está sólo reservado a los sojeros amigos del gobierno, que van de la mano de Ebe de Bonaffini a los actos antiimperialistas y, desde la primera fila, cierran negocios millonarios con Chávez?
En el discurso, más de una vez he escuchado a diputados ultra oficialistas, como el presidente de la bancada o un joven maravilla del norte argentino, hablar de la necesidad de “controlar” los pooles de soja, que avanzan criminalmente generando el calentamiento global y no sé que otras cosas horribles. Pero cuando diseñan la política, la torta es para esos que dicen combatir. ¿Lo hacen por ignorantes amigo Empecinado?
c) Consecuencia de la disminución de la oferta ganadera, es precisamente, el aumento del precio de la carne, volviendo el círculo al punto cero. Desde el primer momento en que se encaró el tema del precio de la carne como un enfrentamiento con el productor, se alertó sobre lo contraproducente de las medidas para obtener el objetivo buscado, además de generar una transferencia de ingresos de los productores hacia los intermediarios (léase: matarifes, frigoríficos y los amigos supermercadistas, de diaria y humillante conversación con la Secretaría de Comercio Interior).
d) Se generó un mercado negro por fuera de los precios sugeridos, con el consecuente impacto impositivo para el Fisco y de calidad para el consumidor. Ahora la carne barata ya no tiene más carne y, encima, no es barata.
En fin, entiendo que parte de nuestra resistencia es salir de las trampas ideológicas y ver, en los hechos, cuáles son las consecuencias de algunas medidas, identificando claramente a sus responsables, sin caer en el engaño del tero, que pega el grito en un lado para esconder donde pone los huevos.
Un abrazo y saludos a los resistentes de su lado.
Francisco ESPOZ Y MINA”
Por mi está bien. Un abrazo a todos.
EL EMPECINADO
Sin agregar demasiado, les mando la opinión del amigo ESPOZ Y MINA, que ya está medio bufando de bronca, desde su resistente espíritu chaqueño, selvático y nómade:
“Amigo Empecinado:
El gran drama de la política argentina es, como usted sabe, la postergación permanente de la solución de los problemas reales. Cuando éstos se hacen presentes, porque fue absolutamente imposible esconderlos debajo de la alfombra -que es el primer gran intento, dotado de no pocas artimañas-, se produce un fenómeno de enorme interés para el análisis político pero de devastadores efectos prácticos en el pueblo: el debate político se embebe de una falta de realismo que confunde al más pintado de los aristotélicos.
Cuando el problema es realmente serio o su solución importa pagar algún costo, la dirigencia política sumerge a la sociedad en la esquizofrenia y la empapa de romanticismo ideológico, sometiéndola a debates de tanta mayor complejidad cuanto más corto es el camino para solucionar el problema. Por lo general, como subproducto adicional a ese debate que se hunde en las raíces mismas de las concepciones filosóficas, viene además la descalificación de quienes quieren solucionar el problema, adosándoles un papel mefistofélico en la escena que se monta en torno a la discusión de ideologías.
La metodología es siempre la misma. Se trata de un veneno cuyo único antídoto es la realidad. Es imperioso no caer en el juego del debate abstracto cuando se trata de solucionar problemas concretos o de advertir las razones prácticas por las cuales los mismos se generaron.
La única salida a la trampa es tomar conciencia de que nada sale bien cuando se hace todo mal: cuando los efectos son negativos es porque se originaron en una causa equivocada. Frente al galimatías ideológico de la discusión eterna y circular, es preciso enfrentar a los responsables con las consecuencias de sus actos. Y los responsables son actuales, viven, gobiernan, toman medidas y se presentan en elecciones.
Como ejemplo vale mencionar, por supuesto, el tema de la política agropecuaria. Usted sabe que yo tengo con eso una manía, desde que tuve que abandonar mi viejo metejón, allá en las calurosas tierras chaqueñas. Pero es que este tema es uno de los más notables en la aplicación de esta treta a la que me refiero.
Hace tres años que este gobierno toma medidas claramente desalentadoras para la producción ganadera, en función de una justificación -también ideologizada y llena de prejuicios- según la cual los precios internos aumentarían por la tracción de los precios internacionales sobre los bienes salarios. Esto, que fue presentado como una maldad de los productores ganaderos (¡yo pensaba en mi amigos del Chaco, yugando de sol a sol!), produjo una reacción gubernamental que se tradujo en identificar a los productores ganaderos como los malos de la película que ellos quieren mostrar, al revés de lo que pasa con los grandes industriales, las empresas constructoras, los contratistas del Estado y otras maravillas del tipo, que también se benefician con el tipo de cambio alto, pero tienen dos virtudes, o tal vez tres: son poquitos, concentrados y blandos de boca; se llaman rigurosamente al silencio, como toda buena profesional y, por último, comparten caja, como marca el buen código de convivencia política.
El enfrentamiento con este nuevo enemigo indócil, generó represalias. ¡Un gobierno, tomando represalias contra sus gobernados! Fue así que se limitó la faena para la hacienda liviana, se crearon los Registros de Exportaciones (ROE), se cerraron las mismas, se intervino el Mercado de Liniers, se pusieron precios sugeridos, se manejaron arbitrariamente los ROE y otras tantas medidas que iban y venían al calor de los enojos, tires y aflojes. Entre otras, la expulsión de la diputada María del Carmen Alarcón -hace ya casi un año- de la Comisión de Agricultura que presidía, porque osó plantear que esas medidas iban a tener resultados negativos para los productores y para los objetivos que el mismo gobierno decía que buscaba.
En ese marco, se generó un debate ideológico de vieja data (¡cada vez más vieja!), que el gobierno iba dosificando a través del desempolve de viejas fórmulas y eslóganes, no para dar una respuesta, sino para complicar la pregunta.
Pero, ¿cuáles fueron los resultados efectivos de las medidas que tomó el gobierno, capitalizando la parte buena del discurso?. Creo que es razonable, a esta altura, pensar que los efectos son atribuibles a las medidas de este gobierno, salvo que todavía sigan sosteniendo que es una consecuencia sobre girada de los gobiernos de hace 60, 40 ó 20 años. No sé. Lo cierto es que:
a) Aumenta el cultivo de soja y los grandes pooles de siembra, en perjuicio de tierras ganaderas explotadas por pequeños y medianos productores, que trabajan ellos y sus familias, en medio de las dificultades climáticas y económicas. ¿Por qué? ¿Porque son malos al convertirse en sojeros, vender sus campos o arrendarlos a precios convenientes o porque no les dimos respiro para seguir siendo ganaderos y mantener sus familias dignamente?
b) Disminuye, obviamente, el stock ganadero, a pesar de que ahora salen a decir que “hay que” generar “políticas activas” para aumentar el stock. ¡Cómo si no fueran gobierno hace 4 años, amigo Empecinado! ¿Pero por qué baja el stock? ¿Porque son malos los ganaderos que matan sus vacas para paliar el ahogo? ¿Porque se pasan a otros cultivos que les permiten ganar más rentabilidad?. ¿Está mal que los productores de Entre Ríos, Chaco, Santiago del Estero, Corrientes, Catamarca, Formosa, Norte de Córdoba, Norte de Santa Fe, Sur de Buenos Aires o La Rioja, para poner algunas zonas ganaderas, quieran mayor rentabilidad, para vivir mejor, mandar a sus chicos al colegio, mejorar sus condiciones de vivienda o, sencillamente, tener esparcimiento digno? ¿O eso está sólo reservado a los sojeros amigos del gobierno, que van de la mano de Ebe de Bonaffini a los actos antiimperialistas y, desde la primera fila, cierran negocios millonarios con Chávez?
En el discurso, más de una vez he escuchado a diputados ultra oficialistas, como el presidente de la bancada o un joven maravilla del norte argentino, hablar de la necesidad de “controlar” los pooles de soja, que avanzan criminalmente generando el calentamiento global y no sé que otras cosas horribles. Pero cuando diseñan la política, la torta es para esos que dicen combatir. ¿Lo hacen por ignorantes amigo Empecinado?
c) Consecuencia de la disminución de la oferta ganadera, es precisamente, el aumento del precio de la carne, volviendo el círculo al punto cero. Desde el primer momento en que se encaró el tema del precio de la carne como un enfrentamiento con el productor, se alertó sobre lo contraproducente de las medidas para obtener el objetivo buscado, además de generar una transferencia de ingresos de los productores hacia los intermediarios (léase: matarifes, frigoríficos y los amigos supermercadistas, de diaria y humillante conversación con la Secretaría de Comercio Interior).
d) Se generó un mercado negro por fuera de los precios sugeridos, con el consecuente impacto impositivo para el Fisco y de calidad para el consumidor. Ahora la carne barata ya no tiene más carne y, encima, no es barata.
En fin, entiendo que parte de nuestra resistencia es salir de las trampas ideológicas y ver, en los hechos, cuáles son las consecuencias de algunas medidas, identificando claramente a sus responsables, sin caer en el engaño del tero, que pega el grito en un lado para esconder donde pone los huevos.
Un abrazo y saludos a los resistentes de su lado.
Francisco ESPOZ Y MINA”
Por mi está bien. Un abrazo a todos.
EL EMPECINADO
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