OPINIÓN DE BLOG CRUZ Y FIERRO
Estimados amigos en la lucha empecinada:
Quiero compartir con ustedes una opinión de Cruz y Fierro bien interesante, que se relaciona con “el nuevo modelo” del señor general en jefe del ejército de ocupación que asola nuestras tierras. Lo transcribo íntegro y espero vuestros comentarios, para luego hacer los míos.
Un abrazo
EL EMPECINADO
Estimados amigos en la lucha empecinada:
Quiero compartir con ustedes una opinión de Cruz y Fierro bien interesante, que se relaciona con “el nuevo modelo” del señor general en jefe del ejército de ocupación que asola nuestras tierras. Lo transcribo íntegro y espero vuestros comentarios, para luego hacer los míos.
Un abrazo
EL EMPECINADO
"EL MODELO
La portada de la última “Veintitrés” –la que no leí ni pienso- me hizo reflexionar sobre “el modelo”, el modelo económico de Kirchner, una de las muchas contradicciones de este gobierno y de sus “progres” entusiastas.
Sabemos que K declama progresismo a los cuatro costados, generalmente bajo la etiqueta de “nacional y popular”. Lo hemos visto abrazándose con Chávez o Castro. Hemos soportado por un rato (uno tampoco tiene vocación masoquista) sus desafíos televisivos contra los “poderosos”, las “grandes empresas”, “el imperio”, los “bancos extranjeros”, el FMI, etc. En fin, los lugares comunes de las izquierdas vernáculas.
Sus economistas –no me refiero únicamente al equipo económico (incluyendo personajes nefastos como Guillermo Moreno o Julio De Vido), sino a los opinólogos- desde los medios de difusión cantan loas al plan económico gubernamental. Quien, como el que escribe, ha tenido que sufrir estudiándolos en la universidad (quiero creer que pagando parte de la pena por mis pecados), recuerda tanto escrito contra el “modelo agro-exportador” argentino de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Según nos cuentan, este “modelo” tenía como base la división internacional del trabajo que, bajo la “pax britannica”, impuso la globalización siguiendo supuestas ventajas comparativas entre los distintos países integrados al orden mundial. Eran los tiempos de la Argentina “granero del mundo”, exportando granos y carnes, e importando todo lo demás desde cepillos de dientes hasta ropa. Eran los tiempos de la “belle époque”, de las 300 familias que regían los destinos del país, vivían de fiesta en fiesta, de club en club y de salón en salón, de conservadores-liberales versus liberales-conservadores, de viajes a París durante meses y de grandes estancias administradas a la distancia. Tiempos de inmigración y difusión de nuevas ideas subversivas, de reuniones clandestinas y huelgas violentas.
Más allá de la visión ideologizada de la historia que esto supone, lo que me interesa es recordar la actitud crítica con que invariablemente es abordada esta época de la Argentina por los Aldo Ferrer, los Mario Rapoport, incluso los Cortés Conde, y todos sus discípulos en todo el espectro ideológico y político argentino de izquierda a derecha.
Pero he aquí que luego de una verdadera campaña de más de 10 años contra el “modelo menemista” y la convertibilidad, hemos dado con el nuevo “modelo agro-exportador”.
Ahí tenemos a la soja reemplazando todos los cultivos tradicionales del país e, incluso, ocupando tierras anteriormente dedicadas a la actividad forestal o agropecuaria. La Argentina sojera integrándose en el Nuevo Orden Mundial.
La Argentina como destino turístico barato, adaptando “su oferta” a los deseos de los visitantes extranjeros, aunque eso implique convertir a Buenos Aires en meca del turismo homosexual.
La Argentina como objeto de la especulación inmobiliaria internacional, aunque eso signifique volver a las grandes extensiones de campo (aunque ya no en manos de familias argentinas que viven y gastan en este país, sino en manos de especuladores internacionales); y aunque eso signifique que hoy sea dificilísimo adquirir una primera casa para alguien que piensa en formar una familia (como quien escribe) ya que es más rentable construir pequeños departamentos para alquiler.
Una Argentina consumista motorizada por una burbuja de créditos usurarios (tasas de hasta 60% anual que todos saben no se podrán pagar). Usureros por todos lados. Y consumo descontrolado, "tarjeteo" y pagos en cuotas. Más endeudamiento y cada vez pagando intereses mayores. Parecen que dijeran "compremos y gastemos que mañana moriremos".
Consumo de bajísima calidad (incluyendo los alimentos) para los nativos. Recientemente una conversación con un conocido que trabaja en control de calidad de una importantísima marca de alimentos me lo reconoció (y me atemorizó mucho). En frente, consumo de “alta gama” para extranjeros: cuero, plata, oro, carpincho, ofertas grastronómicas (¿?) en Puerto Madero de 70 pesos por persona...
Y unos pocos argentinos que hacen su agosto y siguen colocando sus rentas en el exterior. Al menos en el 1910 la "high society" construía palacetes que hoy son monumento nacional, empleaba mucha mano de obra, importaba cultura, fundaba bibliotecas, hospitales y escuelas... Los millonarios de hoy lo gastan en diversión en Punta, consumen "marcas" en Nueva York, mandan a sus hijos a Ibiza o Cancún y piden sushi por teléfono. Y si algo sobra, lo mandan a sus cuentas en las Islas Caimán.
Y no me refiero al dinero "sucio" de la corrupción. Eso daría para todo un post.
¿Éste es el modelo progresista?
Durante años se fustigó a la convertibilidad con ingentes recursos y medios de difusión. Recuerdo ahora a un par de economistas de la Unión Industrial Argentina –profesores míos en la facultad—publicando sus artículos panfletarios en cuanto diario hubiese, desde Ámbito Financiero a la derecha, hasta Página 12 a la izquierda. Todos les abrían la puerta a esas notas que seguramente venían acompañadas de publicidad. Y desde hace unos años son funcionarios políticos del estado, los puso Duhalde y Kirchner no los sacó. ¿Alguien cree que cambió realmente algo en la segunda línea de la Administración Pública?
Casualmente, todos sabemos quiénes se beneficiaron con la devaluación asimétrica. Todos recuerdan a un ministro puesto por la UIA, pero olvidan a otro anterior asesor “industrial” que como conductor del ministerio de Economía de De la Rúa ayudó con su impuestazo y el endeudamiento a poner fin a la convertibilidad.
Lo ocurrido en 2001 y 2002 fue pensado y planeado durante años (aunque la forma en que se dieron las cosas también los sorprendió, aunque en su caso gratamente), fue resultado de la astucia de los lobbies empresarios (de ese capitalismo prebendario que vive de la teta del estado desde hace más de 60 años) y bancarios (no olvidamos esa estafa bancaria con patente de corso estatal conocida con el dulce nombre de “corralito”), combinada con la idiotez útil de De la Rúa y Cavallo.
La convertibilidad era un concepto (mal) copiado por Cavallo a los economistas alemanes Hjalmar Schacht y Ludwig Erhard. Schacht el que logró recuperar la economía alemana poco antes de la Gran Depresión del ’30. Erhard el padre de la “locomotora alemana” años antes que llegaran los primeros dólares del Plan Marshall. La convertibilidad no era una de las recetas neoliberales del mal llamado Consenso de Washington, como se repetía una y otra vez desde los lobbies. La convertibilidad es un concepto que enraíza en el pensamiento socialcristiano de fines del siglo XIX y al fin de cuentas en el tomismo que condena la falsificación de moneda por parte del príncipe (no otra cosa es la emisión sin respaldo y el impuesto inflacionario).
La convertibilidad adoleció de muchas deficiencias, algunas endógenas y muchas exógenas (principalmente en el terreno institucional), pero era un sistema más justo desde todo punto de vista.
Al fin de cuentas, si como dice Marcel de Corte el consumir es superior al producir porque el primero pertenece al orden del obrar mientras que el segundo al del hacer, el actual modelo es a todas vistas inferior y nos llevará a una sociedad de “mano de obra barata” sólo organizada para exportar y para que unos pocos se llenen los bolsillos y engrosen sus cuentas en paraísos fiscales.
No sólo un verano para ricos y extranjeros, sino una Argentina donde unos pocos hacen verano."
La portada de la última “Veintitrés” –la que no leí ni pienso- me hizo reflexionar sobre “el modelo”, el modelo económico de Kirchner, una de las muchas contradicciones de este gobierno y de sus “progres” entusiastas.
Sabemos que K declama progresismo a los cuatro costados, generalmente bajo la etiqueta de “nacional y popular”. Lo hemos visto abrazándose con Chávez o Castro. Hemos soportado por un rato (uno tampoco tiene vocación masoquista) sus desafíos televisivos contra los “poderosos”, las “grandes empresas”, “el imperio”, los “bancos extranjeros”, el FMI, etc. En fin, los lugares comunes de las izquierdas vernáculas.
Sus economistas –no me refiero únicamente al equipo económico (incluyendo personajes nefastos como Guillermo Moreno o Julio De Vido), sino a los opinólogos- desde los medios de difusión cantan loas al plan económico gubernamental. Quien, como el que escribe, ha tenido que sufrir estudiándolos en la universidad (quiero creer que pagando parte de la pena por mis pecados), recuerda tanto escrito contra el “modelo agro-exportador” argentino de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Según nos cuentan, este “modelo” tenía como base la división internacional del trabajo que, bajo la “pax britannica”, impuso la globalización siguiendo supuestas ventajas comparativas entre los distintos países integrados al orden mundial. Eran los tiempos de la Argentina “granero del mundo”, exportando granos y carnes, e importando todo lo demás desde cepillos de dientes hasta ropa. Eran los tiempos de la “belle époque”, de las 300 familias que regían los destinos del país, vivían de fiesta en fiesta, de club en club y de salón en salón, de conservadores-liberales versus liberales-conservadores, de viajes a París durante meses y de grandes estancias administradas a la distancia. Tiempos de inmigración y difusión de nuevas ideas subversivas, de reuniones clandestinas y huelgas violentas.
Más allá de la visión ideologizada de la historia que esto supone, lo que me interesa es recordar la actitud crítica con que invariablemente es abordada esta época de la Argentina por los Aldo Ferrer, los Mario Rapoport, incluso los Cortés Conde, y todos sus discípulos en todo el espectro ideológico y político argentino de izquierda a derecha.
Pero he aquí que luego de una verdadera campaña de más de 10 años contra el “modelo menemista” y la convertibilidad, hemos dado con el nuevo “modelo agro-exportador”.
Ahí tenemos a la soja reemplazando todos los cultivos tradicionales del país e, incluso, ocupando tierras anteriormente dedicadas a la actividad forestal o agropecuaria. La Argentina sojera integrándose en el Nuevo Orden Mundial.
La Argentina como destino turístico barato, adaptando “su oferta” a los deseos de los visitantes extranjeros, aunque eso implique convertir a Buenos Aires en meca del turismo homosexual.
La Argentina como objeto de la especulación inmobiliaria internacional, aunque eso signifique volver a las grandes extensiones de campo (aunque ya no en manos de familias argentinas que viven y gastan en este país, sino en manos de especuladores internacionales); y aunque eso signifique que hoy sea dificilísimo adquirir una primera casa para alguien que piensa en formar una familia (como quien escribe) ya que es más rentable construir pequeños departamentos para alquiler.
Una Argentina consumista motorizada por una burbuja de créditos usurarios (tasas de hasta 60% anual que todos saben no se podrán pagar). Usureros por todos lados. Y consumo descontrolado, "tarjeteo" y pagos en cuotas. Más endeudamiento y cada vez pagando intereses mayores. Parecen que dijeran "compremos y gastemos que mañana moriremos".
Consumo de bajísima calidad (incluyendo los alimentos) para los nativos. Recientemente una conversación con un conocido que trabaja en control de calidad de una importantísima marca de alimentos me lo reconoció (y me atemorizó mucho). En frente, consumo de “alta gama” para extranjeros: cuero, plata, oro, carpincho, ofertas grastronómicas (¿?) en Puerto Madero de 70 pesos por persona...
Y unos pocos argentinos que hacen su agosto y siguen colocando sus rentas en el exterior. Al menos en el 1910 la "high society" construía palacetes que hoy son monumento nacional, empleaba mucha mano de obra, importaba cultura, fundaba bibliotecas, hospitales y escuelas... Los millonarios de hoy lo gastan en diversión en Punta, consumen "marcas" en Nueva York, mandan a sus hijos a Ibiza o Cancún y piden sushi por teléfono. Y si algo sobra, lo mandan a sus cuentas en las Islas Caimán.
Y no me refiero al dinero "sucio" de la corrupción. Eso daría para todo un post.
¿Éste es el modelo progresista?
Durante años se fustigó a la convertibilidad con ingentes recursos y medios de difusión. Recuerdo ahora a un par de economistas de la Unión Industrial Argentina –profesores míos en la facultad—publicando sus artículos panfletarios en cuanto diario hubiese, desde Ámbito Financiero a la derecha, hasta Página 12 a la izquierda. Todos les abrían la puerta a esas notas que seguramente venían acompañadas de publicidad. Y desde hace unos años son funcionarios políticos del estado, los puso Duhalde y Kirchner no los sacó. ¿Alguien cree que cambió realmente algo en la segunda línea de la Administración Pública?
Casualmente, todos sabemos quiénes se beneficiaron con la devaluación asimétrica. Todos recuerdan a un ministro puesto por la UIA, pero olvidan a otro anterior asesor “industrial” que como conductor del ministerio de Economía de De la Rúa ayudó con su impuestazo y el endeudamiento a poner fin a la convertibilidad.
Lo ocurrido en 2001 y 2002 fue pensado y planeado durante años (aunque la forma en que se dieron las cosas también los sorprendió, aunque en su caso gratamente), fue resultado de la astucia de los lobbies empresarios (de ese capitalismo prebendario que vive de la teta del estado desde hace más de 60 años) y bancarios (no olvidamos esa estafa bancaria con patente de corso estatal conocida con el dulce nombre de “corralito”), combinada con la idiotez útil de De la Rúa y Cavallo.
La convertibilidad era un concepto (mal) copiado por Cavallo a los economistas alemanes Hjalmar Schacht y Ludwig Erhard. Schacht el que logró recuperar la economía alemana poco antes de la Gran Depresión del ’30. Erhard el padre de la “locomotora alemana” años antes que llegaran los primeros dólares del Plan Marshall. La convertibilidad no era una de las recetas neoliberales del mal llamado Consenso de Washington, como se repetía una y otra vez desde los lobbies. La convertibilidad es un concepto que enraíza en el pensamiento socialcristiano de fines del siglo XIX y al fin de cuentas en el tomismo que condena la falsificación de moneda por parte del príncipe (no otra cosa es la emisión sin respaldo y el impuesto inflacionario).
La convertibilidad adoleció de muchas deficiencias, algunas endógenas y muchas exógenas (principalmente en el terreno institucional), pero era un sistema más justo desde todo punto de vista.
Al fin de cuentas, si como dice Marcel de Corte el consumir es superior al producir porque el primero pertenece al orden del obrar mientras que el segundo al del hacer, el actual modelo es a todas vistas inferior y nos llevará a una sociedad de “mano de obra barata” sólo organizada para exportar y para que unos pocos se llenen los bolsillos y engrosen sus cuentas en paraísos fiscales.
No sólo un verano para ricos y extranjeros, sino una Argentina donde unos pocos hacen verano."